Simboliza el poder moral sobre los demás, el coraje, e incluso la obstinación cuando se trata de imponerse y alcanzar las metas y logros propuestos. Simboliza, asimismo, a la ninfa griega Cirene, cazadora, atrevida y temeraria, que luchó a brazo partido con un león que diezmaba el ganado, venciéndole. Y el Tarot ha conservado esta figura emblemática: la de una mujer sometiendo la fuerza bruta de la bestia salvaje y abriéndole las fauces.
Cuando este arcano aparece cabeza arriba alude a la fuerza moral y física que todo lo puede si sabe disciplinarse. Quiere decir que se ha de ser enérgico para dominar la suerte. Se refiere, asimismo, a la energía psíquica, y al control que la recta moral y la conciencia ejercen sobre el instinto primario y las pasiones vehementes o desaforadas.
Es un naipe que, por encima de todo, obviamente, señala fuerza, pero también disciplina, dominio de las propias emociones, capacidad y resistencia para alcanzar lo que uno se ha propuesto por medio del trabajo y la constancia, valor, perseverancia, confianza en las propias energías y una gran firmeza de carácter.
Cuando este arcano aparece cabeza abajo señala carencia de vitalidad, cobardía, pusilanimidad, miedo, preocupaciones y obstáculos de los que se carece de valor para hacerles frente adecuadamente, mala utilización de la energía y la sexualidad, debilidad moral y física, problemas sexuales, falta de perseverancia en objetivos, estudios y/o proyectos, y volubilidad que daña los intereses profesionales, personales, sociales y familiares.
Desde la vertiente sexual significa potencia y fuerte sexualidad. Suele indicar que, cuando la mujer se enamora, está dispuesta a todo con tal de conseguir al hombre que apetece. Existe también persistencia de los afectos y el amor y la necesidad de conquistar y satisfacer.