Simboliza los valores eternos de lo femenino. Hay mucho en ella de maga y hechicera, de cordura, sentido común, sabiduría, elevados y nobles ideales, instinto protector y también desde cierto aspecto la maternidad. Representa, en líneas generales, a la hembra y de esta, a la inteligencia, los valores morales y tradicionales, el conocimiento sereno, la firmeza, la intuición, ese sexto sentido tan femenino, la espiritualidad y los conceptos ortodoxos que deben regir la existencia de toda mujer.
Cuando este arcano aparece cabeza arriba manifiesta reserva, prudencia, equilibrio entre dos o más tendencias… Asimismo, es un naipe íntimamente vinculado a la cultura, los estudios, la pedagogía, la inspiración y, sobre todo, la elevada espiritualidad femenina.
Cuando este arcano aparece cabeza abajo los valores se diluyen y difuminan, y donde antes no existían más que virtudes y nobleza, aparecen ahora el egoísmo, las malas intenciones, la perniciosidad, la hipocresía, la carencia de equilibrio entre lo físico y lo espiritual, la mediocridad, la superficialidad, el instinto de valorar por encima de todo las adquisiciones terrenales anteponiéndolas a cualquier otra conquista de condición más elevada, inestabilidad emocional, bajas pasiones y tendencia a la promiscuidad aunque para ello tenga que renunciarse a la moral y buenas costumbres.
Desde la vertiente sexual este naipe suele referirse a la concepción más pura del amor, al romanticismo de connotaciones platónicas, a la búsqueda incluso de los amores imposibles dada la perfección que en sí mismos entrañan, rechazo a las pasiones vehementes y primacía de los valores espirituales sobre los sexuales. De algún modo ejemplariza la renuncia de lo pecaminoso, o de lo que considera como tal, en aras del idealismo y de la concepción en esencia de lo que es el amor y lo que es amar.