Simboliza a Iris, la mensajera alada de los dioses, encargada de las misivas divinas y que, en ocasiones, descendía a la Tierra para anunciar a los mortales la voluntad del Olimpo. Unas veces se presentaba a los humanos con apariencia divina o angélica y otras con figura mortal. Ayudaba a los moradores de la Tierra con sus sabios consejos y los protegía siempre que le era posible.
Cuando este arcano aparece cabeza arriba, indica a la persona que debe controlar sus pasiones ejercitando la virtud y la templanza o moderando sus vehementes apetencias.
Es un naipe que, por otra parte, significa protección, auxilio angélico (en especial para los que oran o realizan rituales a los espíritus del orden superior), oportunidades de las que se obtendrán beneficios, paciencia, armonía, buena administración, excelentes relaciones, autodisciplina y habilidad para adaptarse al medio ambiente. Habla también de equilibrio de fuerzas, cambios positivos, iniciativas prósperas, sobriedad, ponderación, equilibrio espiritual, consolidación de proyectos o afectos, amistades que colaboran y ayudan, espíritu de conciliación, serenidad y tolerancia.
Cuando este arcano aparece cabeza abajo se refiere a desequilibrios, falta de armonía, peleas, frustraciones, esterilidad, negocios que se van al garete, impaciencia, cambios tan imprevistos como ingratos, carencia de mesura y templanza, rompimiento sentimental, hostilidad hacia los demás, inconstancia y perturbaciones.
Desde la vertiente sexual plantea la grata posibilidad de un matrimonio afortunado, refiriéndose, asimismo, a futuras reconciliaciones sentimentales, vida sexual equilibrada, búsqueda de lo romántico-espiritual, miedo a que el sexo influya demasiado en la habitual línea de actuación, afán por encontrar relaciones armoniosas y sociales, predominio de lo místico-ideal sobre lo físico, fidelidad y maternidad.