Simboliza, obviamente, la destrucción, y tiene su génesis en la caída de Adán y Eva en el paraíso terrenal, haciendo referencia, asimismo, a la ruina de la Torre de Babel, la del Templo de Jerusalén, lo que equivale a decir que este naipe está íntimamente relacionado con el pecado del orgullo, con la humana debilidad de querer equipararse a Dios o a los dioses, y estos, en adecuada respuesta, fulminan a los megalómanos.
Cuando este arcano aparece cabeza arriba (hay que advertir que este naipe tiene siempre un cariz negativo, turbulento, perjudicial y destructivo), se refiere a peligros económicos, comerciales y financieros, aludiendo al mismo tiempo a posibles accidentes y percances personales o familiares.
También advierte de ruinas, pérdidas, peleas, antagonismos, cambios inesperados que en ningún modo nos beneficiarán, persecuciones judiciales, detención, encarcelamiento, rotura de las relaciones con amigos y asociados, secuestro o cautiverio.
Cuando este arcano aparece cabeza abajo, señala trastornos emocionales, problemas psíquicos o falta de equilibrio mental, desgracias, persecución por ideas políticas o negocios desgraciados (pero más atenuado el efecto que cuando el naipe surge del derecho), pérdidas por imprudencia, mala racha continuada que impide salir a flote y retraso en la cristalización de operaciones de todo tipo en las que tenemos depositadas grandes esperanzas.
Desde la vertiente sexual, además de advertir sobre posibles peligros de rompimiento sentimental o conyugal, también subraya la pérdida de potencia sexual, escasa vitalidad para el amor, enfermedad venérea, celibato forzado por las circunstancias, viudez, dolencia o accidente que trunca la vida sexual, aborto clandestino, e hijo habido fuera del matrimonio o de madre soltera. En este plano, como en todos, La Torre herida por el Rayo, es un arcano negativo.